SIEMPRE TENDREMOS "EVAS"
En 1950, Joseph L. Mankiewicz escribió y dirigió una emblemática película sobre las gentes del teatro, All about Eve, basándose en un relato de Mary Orr, The wisdom of Eve, al parecer sacado del hecho verídico de una actriz que permitió las extralimitaciones de una fan después de darle trabajo como empleada de su casa. Mankiewicz nos dejó un retrato de la ambición y de las comidillas teatrales que sirvió como fuente de inspiración para otras obras: la primera, la adaptación teatral de la propia Mary Orr; después, el musical Applause (1970); y la más reciente traslación a la escena que Ivo van Hove puso en pie en el Noël Coward Theatre de Londres, en 2019, con el mismo título que la película y de brillante resultado. Más cerca está la adaptación que dirigió Ángel García Moreno con el título de A toda luz (1992), y ahora esta Eva contra Eva.
Esta nueva versión del clásico relato de camerinos se aparta notablemente del argumento original, aunque algunos ensamblajes de la dramaturgia tienen la suficiente entidad como para hacernos saber que esta historia es aquella otra historia contada de otra manera. Y los personajes, aunque cambien de nombre o se reúnan varios en un mismo carácter, son aquellos que estaban en la película de 1950. Sólo que, en la filigrana que se opera en el texto escrito por Pau Miró, hay ciertas lagunas que lo alejan de la brillantez del guion original. Pero sí es cierto que el personaje de Ana Belén destila la amarga ironía de Margo Channing ante el implacable paso del tiempo, o comprobamos el juvenil atrevimiento que Mel Salvatierra presta a su Eve Harrington; también está el apasionamiento profesional que Javier Albalá le da a los personajes reunidos de Bill Sampson y Lloyd Richards, o el comentario acido de Birdie Coonan en el rol de Ana Goya, y la frialdad escrutadora y letal que Manuel Morón rescata de Addison de Witt. Todos ellos bien manejados bajo la dirección, un tanto esquemática, de Silvia Munt.
Pero, sobre todo, está Ana Belén. Que ha entrado ya en ese selecto grupo de actrices y actores que, más que llenar, inundan el escenario. Su trabajo actoral es absolutamente impecable y sin fisuras. La composición del personaje, como cabría esperar de una heredera de William Layton, Miguel Narros y José Carlos Plaza. Pero hay algo que sólo los y las muy grandes han sabido entregar en escena: magia. Cuando una actriz se mueve en el escenario y no permite que apartes la mirada, se produce ese intercambio con la platea que mantiene este oficio en pie, contra viento y marea, crisis perennes y pandemias estacionarias, desde hace más de dos mil años.
El montaje está de gira y puede que necesite un poco más de ensamblaje general para que pueda tener el ritmo que necesita. Cuando se estrene en Madrid será (o debería ser) un acontecimiento. Esperemos.
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