EN LONDRES (IV): COME FROM AWAY - PHOENIX THEATRE

BUEN ROLLO 

Hablar de Come From Away es hablar de un musical atípico. Atípico porque su origen canadiense ya lo aleja de las cocinas y modos de producción del West End y de Broadway. Atípico porque estamos ante una producción "pequeña", si es que el término se puede aplicar a este tipo de formatos. Atípico porque su duración no sobrepasa las dos horas y no tiene descanso, cuando la tendencia en el género es que los espectáculos sobrepasen los ciento cincuenta minutos, más el correspondiente intervalo. Atípico porque la dirección apuesta por una economía en cuanto al aparato escénico que deja en primer plano el trabajo actoral. Atípico porque, cuando la edad media de los elencos de los musicales va bajando paulatinamente el listón de los treinta años, en este caso nos encontramos con un reparto que parece quererle plantar cara a esa marca con actores y actrices que superan, en algunos casos generosamente, la treintena. Y atípico, sobre todo, porque de un suceso trágico que cambió el rumbo de la Humanidad (sí, así con mayúscula) como fue el 11-S, surge un espectáculo que inyecta una muy necesaria dosis de empatía y bondad con tus conciudadanos en una suerte de reafirmación de eso que debería considerarse comunidad.


Once de septiembre de 2001. Tras el ataque al World Trade Center en Manhattan se cierra el espacio aéreo y un buen número de aeronaves quedan desperdigadas, tratando de encontrar un hueco donde aterrizar. Come From Away cuenta la peripecia de la llegada de los pasajeros de treinta y ocho de esas aeronaves al diminuto aeropuerto canadiense de Gander. Un elenco de doce actores, en un espacio escénico compuesto por sillas y mesas, dan vida a los viajeros y a los habitantes de Gander en un intercambio constante de personalidades, aunque cada actor y actriz defiende a un personaje principal. Es por ello que la esencia del espectáculo se centra en las interrelaciones surgidas entre estas individualidades, poniendo de relieve un trabajo actoral que sorprende: está la partitura y el libreto de Irene Sankoff y David Hein, está la prodigiosa dirección de Christopher Ashley (que le valió el Tony a la mejor dirección de un musical en 2017), y estos elementos capitales se ponen a disposición de una apuesta dramatúrgica que rehabilita la creencia en el edificio social que tenemos que compartir.

Porque si un musical adquiere su impronta por la calidad de su partitura y su libreto, en este caso es la extraordinaria habilidad y generosidad de la compañía la que eleva la letra y el pentagrama a un estadio que podríamos llamar de renovación espiritual. Eso, y la contagiosa banda que, deslizándose desde el folk (es muy reconocible el aire irlandés por la flauta y la gaita irlandesa, el acordeón y el bohdrán) y atacando desde casi los hombros del escenario, parecen querer evocar ese espíritu comunitario y solidario que el texto reivindica desde el primer minuto del espectáculo. "Si la música es el alimento del amor, sigue tocando" dice el duque Orsino en el inicio de Noche de Reyes, de William Shakespeare. Y así parece corroborarlo la música y la letra de Come From Away: amor y compasión por el prójimo, por el que necesita la ayuda de algo tan contundente pero tan evanescente como un abrazo.


Para no enturbiar la magia de esta poderosísima conjunción (música, letra, elenco y banda), el director ha optado por no entorpecer las ruedas de una maquinaria que avanza poderosa desde los compases iniciales (Welcome to the Rock), asentándola en el juego escénico proporcionado por mesas y sillas de diferentes modelos y tamaños, en una (un tanto evidente) metáfora de esa nueva diversidad cultural que debe aprender a convivir. Y puede que sea una idea un tanto manoseada, un tanto recurrente en grupos de aficionados o escenificaciones escolares, pero es indudable su efectividad en este escenario. Iniciada la función se agradece que los actores se manejen con tanta soltura con el mobiliario, recolocándolo una y otra vez para que sean sólo los personajes los que sigan contando esta aventura de la convivencia humana.

Y teniendo en cuenta lo acostumbrados que están los británicos a calificar los espectáculos sobresalientes con sus consabidas coletillas, era inevitable que a Come From Away le tocase en suerte la de feel good musical. Y es que es cierto que se sale del teatro, empleando una más castiza expresión, con muy buen rollo.

Come From Away — Official Trailer | Apple TV+ - YouTube

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